El Misterio de Cristo
Por Alexandre de Hollanda Cavalcanti
Después de la Trinidad, la Encarnación del Logos constituye uno de los principales misterios de la fe cristiana. Misterio insondable, hermético, inaccesible a la pequeñez del entendimiento humano. Es tal la distancia entre los hombres y la divinidad que no es posible a la criatura el total conocimiento del Misterio de Cristo.
La misericordia infinita de Dios, entretanto, no quiso dejar sin respuesta el cuestionamiento antropológico del Misterio del Verbo Encarnado. La carta a los Efesios afirma: «Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.(...) A través de la Revelación, por tanto, el Misterio de Cristo es anunciado a los hombres que, de otra manera no tendrían como conocerlo». (Ef. 3, 1,5-7)
El Misterio de Cristo puede ser analizado bajo tres dimensiones: teológica, histórica y antropológica.
El Hijo de la Virgen
Es preciso tener conciencia clara de que Cristo no es un personaje mítico ni la personificación de ideales éticos o religiosos, sino un hombre real y concreto; Cristo se ha encarnado y ha nacido de la Virgen María. Jesús es Dios verdadero y hombre verdadero. Él ha asumido, en plenitud, la condición del hombre y su destino, poniendo de manifiesto que la existencia humana no es resultado del azar, sino responde a un destino personal en Dios.
La enseñanza de Jesús es el elemento esencial que caracteriza a su persona y su obra, constituyendo la respuesta a las aspiraciones más profundas del alma humana, mostrando el verdadero orden de las realidades y del sentido de la vida.
Como el Nuevo Adán, su vida se extiende de un modo armónico a lo largo del tiempo - a través de su perfección moral resplandece su llamado a «ser perfectos como lo es mi Padre que está en los Cielos». Cristo es la verdadera sabiduría que buscaban los paganos y el signo esperado por los judíos que anhelaban al Mesías, así, se puede afirmar que Cristo es el centro, sentido, meta y fin de la Historia. Dios ha salido al encuentro del mismo hombre para ofrecerle su salvación. La Constitución Gaudium et Spes, sabiamente afirma:
«(22) Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona».1
Siendo el Misterio de Cristo, el misterio de nuestra salvación por excelencia, la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad fue el paso principal, la aurora que dio inicio al «día» del conocimiento y de la aplicación de este misterio a la humanidad. Bajo esta perspectiva, se puede comprender claramente cómo la anunciación a María, su aceptación, la concepción y el nacimiento de Cristo, generado en su seno virginal, tienen un papel determinante en el Misterio de Cristo.2
1 cf. BERRIZBEITIA HERNÁNDEZ, Francisco. La Credibilità della Rivelazione Cristiana. Pontificia Università Gregoriana: Facoltà di Teologia – Dipartimento di Teologia Fondamentale.
2 cf. LAURENTIN, René, María Clave del Misterio Cristiano, La más cercana a los hombres, porque es la más cercana a Dios, Editorial San Pablo, Madrid, España, 1996.
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