Necesidad de la corrección
por Mons. Juan S. Clá Dias

Es importantísimo que padres, educadores, etc., cumplan su deber en esta materia, porque así lo enseña el libro de los Proverbios: “La necedad se esconde en el corazón del niño, la vara de la corrección la hace salir de él” (22,15). Por cierto, es una gran señal de amor a los inferiores avisarles de sus faltas; cuando un padre actúa con su hijo de esta manera, le procura el bien y la virtud.
A su vez, quien recibe el aviso o el reproche debe ser recíproco en el mismo amor. “Hijo mío, no desdeñes la corrección de tu Dios; no te enoje que te corrija, porque el Señor corrige al que ama, y aflige al que más quiere” (Prov 3, 11-12).
Si el superior deja de hacer advertencias a quienes le fueron confiados, es una clara señal de no sentirse amado como un padre, o de no amar al inferior como a un hijo, en cuyo caso no es raro que incluso murmure de él. Cuando San Pablo escribe a los hebreos, no vacila en afirmar: “Soporten la corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Si Dios no los corrigiera, como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos” (Heb 12,7-8). El remordimiento, el dolor por nuestras faltas, el peso de conciencia constituyen, de hecho, un inestimable don de Dios.
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