No creo en peluqueros!
por Alexandre de Hollanda Cavalcanti
Un joven aprovechaba el día de sábado para ir al peluquero, como era su costumbre hacer todos los meses.
Después de esperar un rato, durante el cual leía el periódico que se encontraba sobre la mesa, con noticias poblares, lleno de violencia y degradación moral, crímenes y corrupciones, llega su vez.
El peluquero, como buen italiano, conversaba el tiempo entero mientras hacia su labor, o mejor... a veces se envolvía tanto en la conversa que no conseguía hablar sin hacer gestos muy expresivos con las dos manos.
Vilencia, drogas, problemas matrimoniales, escándalos de políticos, eran sus temas de preferencia...
De esta vez el peluquero ha cambiado de tema:
- Te he visto ayer en la Iglesia...
- Sí, yo paso todos los días en retorno del trabajo, contestó el joven. Y usted, ¿que hacía en la Iglesia?
- Yo no creo en nada de Dios, pero murió un amigo mio y fue a la Misa de difunto...
- Y la próxima vez que va a la Iglesia - preguntó el joven provocando el calabrés - ¿será en la de cuerpo presente?
Después de esperar un rato, durante el cual leía el periódico que se encontraba sobre la mesa, con noticias poblares, lleno de violencia y degradación moral, crímenes y corrupciones, llega su vez.
El peluquero, como buen italiano, conversaba el tiempo entero mientras hacia su labor, o mejor... a veces se envolvía tanto en la conversa que no conseguía hablar sin hacer gestos muy expresivos con las dos manos.
Vilencia, drogas, problemas matrimoniales, escándalos de políticos, eran sus temas de preferencia...
De esta vez el peluquero ha cambiado de tema:
- Te he visto ayer en la Iglesia...
- Sí, yo paso todos los días en retorno del trabajo, contestó el joven. Y usted, ¿que hacía en la Iglesia?
- Yo no creo en nada de Dios, pero murió un amigo mio y fue a la Misa de difunto...
- Y la próxima vez que va a la Iglesia - preguntó el joven provocando el calabrés - ¿será en la de cuerpo presente?
- ¿Jura? Contestó el joven.
- Juro por Dios, quiero decir... No creo, y me basta con leer el periódico para ver que tengo la razón.
- ¿Así és? Preguntó el joven.
- Claro! ¿Tu cres que si Dios existiera el mundo estaba llevo de drogas, vilencia, crímenes, envidia y todo de malo que hay en la tierra?
En esa hora la conversa es interrumida por un pidiente sucio con los cabellos despeinados y barbia grande y fea, pidiendo una limosna.
Dándole una moneda, el joven miro astutamiente para el peluquero y dijo:
- ¡Sepa usted que yo no creo en peluqueros!
Dándole una moneda, el joven miro astutamiente para el peluquero y dijo:
- ¡Sepa usted que yo no creo en peluqueros!
El italiano soltó la tijera en la mesa.
- Si existieran peluqeros no havería gente así melenuda y con barba tan fea.
- ¡Él vive así, porque no procura el peluquero! Si él viniesse acá, yo le haría todo el servicio sin cobrar nada, sólo para verlo limpio.
- Así es amigo, contestó el joven, si el mundo procurase a Dios Él dejaría el mundo puro como es su alma y no cobraría nada por eso, porque Él ama a nosotros.
Buena la respuessta del jovem, ¿no lo cren? Pensemos en eso!
Comentarios