La Virgen del Rosario


La devoción del Rosario, tiene mas de ochocientos años de vida, en la Iglesia Católica.


La tradición cuenta que en el año 1208, María, la Madre de Dios, enseñó personalmente a Santo Domingo, a través de una visión, cómo rezar el Rosario y le dijo que propagara esta devoción a todas las naciones, y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
En los tiempos del Padre Domingo de Guzmán se vivía un importante conflicto de orden religioso: los protagonistas eran un grupo herético llamado “albigenses” (originarios de Albi, al sur de Francia); pretendían difundir una doctrina que afirmaba que existían dos dioses: uno del bien y otro del mal. Para los albigenses todo lo material era malo, incluyendo el cuerpo. Esto significaba que Jesús, al hacerse hombre y tener un cuerpo, no podía ser bueno y por consiguiente no podía ser Dios. Además, los albigenses también negaban los sacramentos, y la verdad de que María es la Madre de Dios; se rehusaban a reconocer al Papa, y establecieron sus propias normas y creencias.
En esos tiempos (siglo XII), los problemas trataban de solucionarse por medio de la guerra y los albingenses utilizaban la guerra y la violencia para imponer sus herejías.
Santo Domingo para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia, por la herejía albigense, trabajó por años en medio de estas personas; y por medio de sus predicaciones, oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos; pero muy a menudo estas personas se retractaban debido al temor de ser ridiculizados, a pasar trabajos forzados o recibir algún tipo de represalia. Domingo dio inicio también a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas, en un convento que se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen.

Un día, se le apareció la Santísima Virgen, acompañada de tres princesas del cielo y le dijo:
“¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?”

Ella añadió: “Sabes que la pieza principal de la batería fue la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio”.

“Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección. Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí, a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles.”

Santo Domingo contaba que veía a la Virgen sosteniendo en su mano un Rosario, y que le enseñó a recitarlo; dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias. El Santo se levantó muy consolado y abrazado de celo por el bien de estos pueblos, entró en la Catedral y en ese momento sonaron las campanas (por intervención de los ángeles), para reunir a los habitantes.
Al principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta, la tierra tembló, el sol se nubló y los repetidos truenos y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes. La tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo. Continúo su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que los moradores le abrazaron casi todos, renunciando a sus errores, viéndose en poco tiempo, un gran cambio en la vida y costumbres de la ciudad.
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