María: el triunfo de la Humildad


El triunfo de Jesús pasó por el dolor de la Cruz que fue su trono, como fue también el trono de María. Verdaderamente, enseña San Josemaría, un cristiano madura y se hace fuerte junto a la Cruz, donde también encuentra a María, su Madre. En los evangelios María aparece poco. En Mateo, la madre casi no desempeña papel alguno, la historia de la infancia de Jesús es escrita a partir de José. María está siempre discreta. En Lucas, María aparece como la madre que está unida a Dios, que oye y que escucha ejemplarmente la Palabra.
La humildad de María hace que Ella no esté entre las palmas del Domingo de Ramos, mas esté presente en el desprecio del Gólgota: «juxta crucem lacrimosa» canta la melodía del «Stabat Mater». Junto a la cruz estaba la Madre de Jesús, llena de fortaleza, como Maestra del sacrificio escondido y silencioso.1 Este gran valor de la humildad de María, continúa Escrivá, está por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, como reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías:
«Porque vio mi humildad, he aquí que, por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones».2

1  cf. ESCRIVÁ DE BALAGUER, San Josemaría, Camino, Editorial Hemisferio, Cuarta Edición peruana, Lima Perú, 1998, p. 160
2 cf. Ídem, p. 187

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