La Vocación de María


por Alexandre de Hollanda Cavalcanti



La Maternidad divina es el principio básico del estudio de las grandezas de la Virgen de Nazaret,1 y el término primero de la elección divina con respecto a María. La Maternidad divina hace que María pertenezca a un orden singular y único con su Hijo: el orden de la unión hipostática2. La Virgen Santa María, Maestra de entrega sin límites, como lo testimonia el propio Cristo: «el que cumple la voluntad de mi Padre, ése - ésa - es mi madre!», entra, por así decir, en este orden, dando el ejemplo de Madre llena de fuerza de amor y liberación, al pronunciar con inmensa generosidad su «ecce ancilla Domini», que cambió los caminos de nuestra salvación3.
Cyril Vollert, S.J., en su estudio, «Principio Fundamental de la Mariología», afirma, después de larga y profunda investigación:
«Así, de la verdad básica de que María es la Madre de Dios, todo lo demás sigue (...) La maternidad divina es la base de la relación de María con Cristo, por lo que es la base de su relación con la obra de Cristo, al Cristo total, para toda la teología y el cristianismo. Por lo tanto, es el principio fundamental de la mariología».4
También el Pe. Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ilustra cómo la maternidad de María y la espiritualidad están siempre unidas:
«Debido a la relación excepcional y única que se crea entre Ella y Jesús y entre Ella y toda la Trinidad, la maternidad divina ha sido y seguirá siendo, desde el punto de vista objetivo, el mayor honor y un privilegio que no puede ser igualado».5
María fue concebida sin pecado en consecuencia de su elección para ser la Madre de Dios, pues está igualmente postulada por la dignidad de Madre del Creador. El título de Madre de Dios es, juntamente con el de Virgen santa, el más antiguo y constituye el fundamento de todos los demás títulos con los que María ha sido venerada y sigue siendo invocada de generación en generación.6
No se entiende que la Madre de Dios haya podido ser en algún momento «hija de la ira» (cf. Ef 2, 3)7, quien demuestra que «por naturaleza» no significa aquí aquello que se es desde que se comienza a existir, y que hay «consensus patrum» en entender el versículo como referido al pecado original. El privilegio tiene un sentido de preparación para la Maternidad divina; es como la preparación del templo8, en que Dios había de habitar.9

1 La maternidad divina de María «in Vergleich mit allen anderen auszeichnenden Vorzügen Mariens selbst, den Haupt-, Grund - und Centralvorzug bildet, an welchen die übrigen Vorgüge als untergeordnete, abgeleitete Attribute, wie die Accidenzen eines Wesns an dessen Wesensform, sich anschliessen, von welchem dieselben getragen und beseelt werden und mithin ihr eigenthümliches Gepräge erlangen» (SHEEBEN, M. J., Handbuch der katholischen Dogmatik t. 3 [Freiburg i. B. 1933] n. 1587 p. 489.
2 «La maternité divine est done le principe de la mariologie comme l’union hypostatique l’est de la christologie. Mieux encore, elle n’est ce principe que dans la mesute où elle associe Marie à la grâce de l’union hypostatique» (NICOLAS, M. J., Theotokos le Mystere de Marie, Desclée, Bruges, 1965, p. 49
3 cf. ESCRIVÁ DE BALAGUER, San Josemaría, Surco, Ediciones Rialp S.A., España, 1986, p. 12
4 cf. VOLLERT, Cyril, S.J., Fundamental Principle of Mariology, in Mariology, vol. 2, ed. Juniper B. Carol, O.F.M. (Milwaukee: Bruce Publishing,1957), P. 87.
5 cf. CANTALAMESSA, Raniero, O.F.M., María Espejo de la Iglesia, EDICEP, Valencia, España, 1991, p. 61
6 cf. BENEDICTO XVI, Homilía en la Solemnidad de la Madre de Dios, 01 de enero de 2008.
7 El texto de san Pablo dice: «siendo por naturaleza hijos de la ira», sobre el sentido del versículo cf. la monografía de MEHLMANN, J., Natura Filii Irae, Historia interpretationis Eph 2, 3 eiusque cum doctrina de Peccato Originali nexus (Romae 1957)
8 «Deus qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti» (Oración en la fiesta de la Inmaculada Concepción).
9 cf. POZO, Candido, S.I., María en la obra de la Salvación, B. de Autores Cristianos, Madrid, 1984, p. 24-25

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