“Al
mediocre le agradan los escritores que no dicen ni sí ni no, sobre ningún
tema, que nada afirman y que tratan con respeto todas las opiniones
contradictorias. “Toda afirmación les parece insolente, pues excluye la
proposición contraria. Pero si alguien es un poco amigo y un poco enemigo de
todas las cosas, el mediocre lo considerará sabio y reservado, admirará su
delicadeza de pensamiento y elogiará el talento de las transiciones y de los matices.
“Para
escapar a la censura de intolerante, hecha por el mediocre a todos los que
piensan sólidamente, sería necesario refugiarse en la duda absoluta; y aún
en tal caso, sería preciso no llamar a la duda por su nombre. Es necesario formularla
en términos de opinión modesta, que reserva los derechos de la opinión
opuesta, toma aires de decir alguna cosa y no dice nada. Es preciso añadir a
cada frase una perífrasis azucarada: “parece que”, “osaría decir que”, “si es
lícito expresarse así”.
“Al
activista de la mediocridad le queda al actuar una preocupación: es el miedo a
comprometerse. Así, expresa algunos pensamientos robados a Perogrullo (1), con la reserva,
la timidez y la prudencia de un hombre receloso de que sus palabras, por demás
osadas, estremezcan al mundo. “Al juzgar un libro, la primera palabra de un
hombre mediocre se refiere siempre a un pormenor, habitualmente un pormenor de
estilo. “Está bien escrito”, dice él, cuando el estilo es corriente,
incoloro, tímido. “Está mal escrito”, afirma él, cuando la vida circula en
una obra, cuando el autor va creando para sí un lenguaje a medida que habla,
cuando expresa sus pensamientos con ese desembarazo osado que es la franqueza
de un escritor.
“El mediocre detesta los libros que obligan a
reflexionar. Le agradan los libros parecidos a todos los otros, los que se
ajustan a sus hábitos, que no hacen romper su molde, que caben en su ambiente,
que los conoce de memoria antes de haberlos leído, porque tales libros se
parecen a todos los otros que él leyó desde que aprendió a leer. “El hombre
mediocre dice que hay algo de bueno y de malo en todas las cosas, que es
preciso no ser absoluto en su juicio, etc.
“Si
alguien afirma categóricamente la verdad, el mediocre lo acusará de exceso de
confianza en sí mismo. El, que tiene tanto orgullo, no sabe qué es el
orgullo. Es modesto y orgulloso, dócil frente a Marx y rebelde contra la
Iglesia. Su lema es el grito de Joab: “Soy audaz solamente contra Dios”. Toda
afirmación les parece insolente, pues excluye la proposición contraria. “El
mediocre, en su temor de las cosas superiores, afirma amar ante todo el sentido
común; sin embargo no sabe qué es el sentido común. Pues por esas palabras
entiende la negación de todo cuanto es grande.
“El
hombre inteligente eleva su frente para admirar y para adorar; el mediocre
eleva la frente para bromear; le parece ridículo todo lo que está encima de
él, y el infinito le parece el vacío”.
(1)”Monsieur de la
Palisse”, en el original francés
Escritos de Ernest Hello (1828-1885), célebre
hagiógrafo francés
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