El milagro eucarístico de Siena
El
milagro eucarístico permanente de Siena se manifiesta en la prodigiosa
conservación contra toda ley física, química o biológica de 223 hostias
frágiles, consagradas el 14 de agosto de 1730 en la basílica de San
Francisco de Siena y en la misma noche, sacrílegamente profanadas por
ladrones desconocidos, ávidos del sagrado vaso de plata que las
guardaba.

Caídas
en medio del polvo, de las telarañas y del dinero de la caja, fueron
piadosamente recogidas, cuidadosamente examinadas y debidamente
identificadas. Tributado un homenaje de adoración y reparación por el
pueblo, con una solemnísima procesión, fueron llevadas a San Francisco,
en una apoteosis de cantos y de oraciones.
Muchas
veces, hombres ilustres las han examinado con los medios que el
progreso ponía a su disposición, multiplicando, en el tiempo, causas y
elementos que hubieran favorecido la corrupción (contactos, polvo,
humedad). Pero la ciencia ha concluido siempre su examen afirmando: Las
sagradas partículas están todavía frescas, intactas, físicamente
incorruptas, químicamente puras, y no presentan principio alguno de
corrupción.
Este
fue el veredicto de la Comisión compuesta por eminentes profesores de
física, higiene, química y farmacia, que realizó el gran examen
científico del 10 de junio de 1914. Constataciones directas e inmediatas
se renovaron en 1922, cuando el cardenal Juan Tocci puso las Santas
Formas en un cilindro de cristal puro de roca.
En
1950, las Hostias Milagrosas fueron cambiadas de ostensorio y puestas
en uno más atractivo y rico que llamó la atención de otro ladrón. Éste,
durante la noche del 5 de agosto, de 1951, cometió otro sacrilegio en
contra de las hostias, pero esta vez solo se llevó el ciborio dejando
las hostias en una esquina del tabernáculo. Después de contar 133
hostias, el Arzobispo las guardó selladas en un ciborio de plata. Fueron
fotografiadas y colocadas en un relicario en el cual se encuentran hoy.
Los
Obispos y oficiales de la Iglesia fueron, solemnemente, en procesión
con las Hostias a través de la ciudad, y las tuvieron expuestas por un
tiempo.
Las
hostias milagrosas son expuestas públicamente en varias ocasiones, pero
especialmente el 17 de cada mes, que conmemora el día que fueron
encontradas en el año 1730. En la fiesta de Corpus Christi, las hostias
sagradas son llevadas en una triunfante procesión a través de las calles
de Siena.
Las hostias milagrosas han sido visitadas y adoradas por San Juan Bosco, el Papa Juan XXIII y Juan Pablo II.
El
milagro eucarístico permanente de Siena, para el cual el tiempo se ha
parado, ofrece a todos desde el más escéptico al más distraído la
posibilidad de ver con los propios ojos y de tocar con las manos una de
las más grandes maravillas de Cristo sobre la tierra, ante la cual la
ciencia ha doblado la frente.
El
milagro que continúa, suscita en todos los hijos de Dios un deseo más
ardiente del Pan vivo bajado del Cielo y un mayor amor hacia Aquel que
se ha hecho nuestro compañero de viaje hasta la consumación de los
siglos: por el hombre, por la vida y por la salvación del mundo.
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