Santa Cecilia, patrona de los músicos
Alexandre de Hollanda Cavalcanti
El gran escritor eclesiástico de los primeros siglos de la Iglesia, llamado Tertuliano decía: «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos». Cecilia nació en Roma y es considerada desde el siglo XV como patrona de los músicos, por su talento con el arpa.
En medio de la
Roma pagana, Cecilia era hija de un rico senador romano. Desde muy joven se
convirtió al cristianismo, asistiendo a las misas diarias celebradas por el
papa Urbano en la Vía Apia, donde la rodeaban los pobres en espera de su
limosna habitual.
Cuando llegó a
la edad en que las jóvenes se casaban en esta época, sin saberlo, sus padres la
prometieron en matrimonio a un patricio romano llamado Valeriano, que era
pagano. Pero Cecilia, que, desde niña, había hecho un voto de castidad
perfecta, no quería casarse con Valeriano. Sin embargo, no tuvo otra salida
sino aceptar la voluntad de su padre.
Durante la
ceremonia Cecilia, a pesar de mostrar una gran alegría, sufría internamente. Su
preciosa túnica dorada escondía el cilicio de penitencia y su corazón estaba
abatido.
Después de la
fiesta, Cecilia quedó a solas con su esposo para la primera noche de bodas. En
este momento, confiando en Dios, Santa Cecilia, con toda amabilidad y no menos
firmeza, le dijo: «Valeriano, me encuentro bajo la protección directa de un
ángel que me defiende y protege mi virginidad. Por lo tanto, no quieras
tocarme, pues de lo contrario provocarás la ira de Dios contra ti».
El esposo no
entendió nada, porque era pagano. Cecilia declaró audazmente: «Valeriano, soy
cristiana y consagré mi virginidad a Dios nuestro Creador. La fidelidad al voto
trae la bendición, pero la trasgresión trae el castigo de Dios.»
Valeriano
quedó impresionado y pidió una prueba. Cecilia respondió: Si te conviertes y te
bautizas, también verás al ángel de Dios. Valeriano recibió el bautismo esa
misma noche y se hizo también cristiano.
Al día
siguiente, le contó a su hermano, Tiburcio, lo que había sucedido y consiguió
que éste también se convierta en cristiano, siendo bautizado por el Papa
Urbano.
En aquella época, por orden de Almakius — prefecto
de Roma y un hombre pagano, duro de corazón — estaba prohibido el entierro de
cristianos en la ciudad, pero Valeriano y Tiburcio, desobedeciendo las leyes
vigentes de aquel momento, se dedicaron a enterrar a todos los cadáveres de los
cristianos que encontraban.
Los dos
terminaron siendo arrestados y llevados ante el prefecto, quien les prometió la
libertad si adoraban al dios Júpiter. Ellos sin embargo dijeron que solamente
adorarían al Dios verdadero y a su hijo Jesucristo.
El alcalde,
ante esta valiente negativa, ordenó que fueran torturados; sin embargo, se
mantuvieron fieles a las promesas del bautismo, entonces fueron condenados a
muerte y decapitados en la localidad de Pagus
Tropius, cerca de Roma.
Por orden del
tirano, Santa Cecilia también fue arrestada y obligada a revelar dónde estaban
escondidos los tesoros de los dos. Ella le dijo que los tenía bien guardados y
que ya nadie podía rescatarlos. De hecho, prediciendo lo que sucedería, había
distribuido todo su dinero a los pobres.
Furioso,
Almakius ordenó que Cecilia fuera llevada al templo y sentenciada.
Intentaron
obligarla a quemar incienso a los dioses paganos y adorarlos; pero ella se
mantuvo firme, por lo que fue sentenciada a muerte por asfixia.
El tirano dio
órdenes que Cecilia fuera encerrada en las instalaciones de baño de su propio
palacio y que fuera asfixiada con los vapores de agua. Cecilia experimentó una
protección divina extraordinaria, y aunque la temperatura subió hasta el punto
de ser intolerable, la sierva de Cristo no sufrió nada, luego fue inmersa en un
baño de agua hirviendo, de la cual también salió ilesa. Durante estas torturas,
ella habló con tanta convicción a los soldados de la belleza de la religión de
Cristo que éstos se declararon a su favor y prometieron abandonar la adoración
a los dioses.
Almakius
ordenó que la decapitaran. La ley permitía que la espada descendiera al máximo
de tres veces sobre el cuello del condenado. El soldado encargado de cortarle
la cabeza falló inexplicablemente; e incluso con tres intentos, fue incapaz de
separar la cabeza del tronco de Santa Cecilia, quien vivió durante tres días,
gravemente herida por la espada asesina. A todos los cristianos que fueron a
visitarla les dio buenos y caritativos consejos. Le entregó todos sus bienes al
Papa, con la solicitud de distribuirlos entre los pobres. Otra solicitud fue
convertir su casa en una iglesia, lo que se hizo poco después de su muerte.
Murió el 16 de setiembre y fue enterrada en el cementerio de San Calixto.
En 1599, fue
abierta la tumba de Santa Cecilia y el cuerpo aún se encontraba en la misma
posición en que fuera enterrado. El escultor Stefano Maderno, que lo vio,
reprodujo en finísimo mármol su imagen en tamaño natural.
Cecilia es la
santa que tiene más capillas y templos, con su nombre, en Europa y en el mundo.
Santa Cecilia
fue modelo de fortaleza y amor a Dios. Seamos fuertes y no retrocedamos ante
las amenazas de aquellos que no aman la virtud.
Bondad y
fortaleza, decisión y pureza: fueron las virtudes que Santa Cecilia nos dejó
como ejemplos para nuestras vidas.
Asista el vídeo sobre la vida de Santa Cecilia:
Comentarios