María junto a la Cruz
Durante su crucifixión se manifestaron las
dos naturalezas de Cristo en unidad personal: se puede dividir la crucifixión
en dos partes, en las primeras tres horas Jesús llamó al Autor de la existencia
como Padre: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 34, 33), por
tanto se ha posicionado como Hijo de Dios. En las últimas tres horas llamó al
Autor de la existencia Dios: «Eli, Eli, llama sabactani!» (Mt 27,
33-34), nadie lo comprende, toda vez que aquí se ha posicionado como hombre,
fue como hombre que Él fue abandonado: «un hombre moría por la humanidad»[1].
Lo
imposible estaba ocurriendo: Jesús sentía la sensación de ser abandonado por el propio Dios, en el
momento en que la oración de Cristo alcanza su ápice, como explica el Papa
Benedicto XVI: «Jesús hace suyo ese grito de la humanidad que sufre por la
aparente ausencia de Dios y lleva este grito al corazón del Padre»[2].
Jesús fue abandonado por sus amigos, por las
personas a quiénes había curado, por sus discípulos, por sus apóstoles, por el
propio Dios[3], pero hubo alguien que nunca lo abandonó: María.
Allí estaba Ella, firme – stabat Mater iuxta
crucem lacrimosa – sufriendo en profunda comunión con su Hijo. Junto a
la cruz y de pie, porque esta actitud de coraje – afirma Dom Próspero Guéranger
– es la que la mantiene unida al Señor[4].
Con Ella están las Santas Mujeres y Juan. En el
silencio de la escena dolorosa Jesús entregó a María su discípulo amado y
entregó su Madre a Juan, quien la recibe y la introduce en su casa, en su vida.
Con esa entrega, la oración a María posibilita a cada ser humano una especial
confianza y cercanía[5].
[1] Cf. Cury, Augusto. Maria, a maior
educadora da História: Dez princípios que Maria utilizou para educar o
Menino Jesus. Uma visão da Psicologia, Psiquiatria e Pedagogia sobre a mulher
mais famosa e desconhecida da História. São Paulo: Planeta, 2007, p. 171.
[2] Benedicto XVI, Homiilía en la
Basílica de Santa Sabina, Miércoles de Ceniza, 06 de febrero del 2008. En: Orozco, Antonio. Aprender de María.
Madrid: Rialp, 2010, p. 152.
[3] Evidentemente el
Padre no lo ha abandonado por una acción reprochable. El propio Verbo eterno lo
ha querido así para resaltar su sufrimiento y enseñarnos muchas lecciones para
los momentos de prueba y abandono.
[4] Cf. Domini, Anastasia, La festa dei
“Sette Dolori della B.V.M.” secondo Dom Prosper Gueránger. En: AAVV. Corredemptrix
Annali Mariani, 2008, Santuario della B.V.M. Del Buon Consiglio, Frigento,
Italia, Casa Mariana, 2008, p. 235.
[5] Cf. Ratzinger, Joseph; Seewald, Peter. Dios y el Mundo, una
conversación con Peter Seewald: Las opiniones de Benedicto XVI sobre los
grandes temas de hoy. Madrid: Galaxia Guttemberg, 2005, p. 278.
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